El
inicio de todo
Habían pasado 3 años desde que entré a la universidad de la
ciudad cerca de mi pueblo. Mi pueblo es excesivamente pequeño, pero su tierra
es muy fértil, cosa que los pueblerinos aprovechan con gusto, desde que el sol
sale hasta que el sol se pone, ya que la obscuridad no provoca más que
desgracias. Yo por mi parte jamás tuve la mala suerte de toparme con un ladrón,
un lobo, un oso, una serpiente…bueno esa sí, pero esta era una amiga que me
seguía a la casa para que la alimentara. Pero solo la encontraba en sequía. Por
las noches a pesar de que no estaba el sol para alumbrar todo el cielo y
volverlo en un claro tono de azul, estaban otros astros más pequeños, que se
volvían un gran espectáculo durante la noche. Junto con la luna, que parecía
que me sonreía desde lo alto del cielo junto con un conejo que solo aparecía
durante la luna llena.
En mi universidad, se estudian 6 años –obvio depende de la
complejidad –, en mi caso, obvio. A la mitad del segundo tienes que tener un
compañero o compañera. Esto funciona así, los animales tienen diferentes
caracteres que nos ayudan a complementarnos a lo largo de nuestra vida, cuando
los encontramos, es como si nuestras vidas estuvieran unidas, como un
rompecabezas.
Por eso todos debemos ir a la universidad. Pero claro el
momento de encontrar a un compañero es de diferente lapso para todos los de la
universidad, creo que los únicos que encuentran a su compañero al nacer, son
los gemelos, porque sus vidas fueron unidas al momento de nacer, no es justo.
Yo, no tengo gemela, por lo que tenía que buscar un
compañero o compañera, no te dan limite, pero después de que todos tus
compañeros tienen uno y tu no, es vergonzoso. Y más cuando ni siquiera lo
sientes, se supone que lo sientes cuando esta cerca de ti, pero el único momento
era en mis sueños, solo escuchaba su voz llamándome como un murmullo alterado,
no lo veía, ni sabía donde estaba solo sé que sufría, y yo no lo podía ayudar.
Después de eso despertaba llorando todas las noches, salía a caminar al pie del
lago donde veía el reflejo de la luna, y mientras estaba ahí, mi cuerpo moreno
sudado recibía una brisa fría que agradecía con un cosquilleo, mi cabello color
caramelo se despeinaba con el ritmo de los grillos, cantando en una noche
calmada, en mis ojos se reflejaba la luna, esos ojos grises que todos aun en
día aman. Esos momentos me sentía más en contacto con la luna, porque podía
sentir como esta me abrasaba y me consolaba.
Después de que terminaba de llorar y tener escalofríos,
volvía a mi casa, una pequeña cabaña que me protegía, de todo mal, salvo de mis
constantes pesadillas. Una vez en mi cama no podía dormir, así que cerraba los
ojos e intentaba recordar aquella voz, una voz clara como el agua, llamando
entre sollozos, como si fuese lastimado, y muy en el fondo casi inaudible, una
voz dura mandando ordenes, que ya no se les pedían a los animales desde hace
milenios, antes de todo hace 4 mil años, no existían compañeros, solo esclavos.
Absolutamente todos los animales, desde el más pequeño insecto, hasta el más
grande de los animales.
Hasta que hace mil años un grupo de amigos que eran buenos
con los animales, justos con sus capacidades, liberaron a los animales, se
decretó que por lo menos por donde yo vivía, no sé en lo demás, los animales
serían libres de elegir, a los compañeros humanos, ya que antes uno debía tener
9 mínimos y tratarlos mal. Pero ahora el máximo son 3, y lo más importante es
que ellos te eligen a ti.
Aun hoy en día recuerdo las órdenes que le daba.
-Oye, vamos no tengo todo el día
–era un soprano, una mujer para ser exactos, su voz me era familiar, pero no lo
recordaba.
-Katrina, ayúdame ¡por favor!
–gritaba dolido el pobre.
Esas eran las palabras que me hacían llorar, porque a pesar
de que lo escuchaba llorar, no podía moverme, por más que lo ordenara a mi
cuerpo, no respondía. Y sentía que lo estaba traicionando.
Cuando volví en mi, sonaba mi alarma, me paré de un salto y
la apagué. Me vestí con un vestido blanco de manga larga, que llegaba arriba de
mis rodillas, unas botas con tacón y mi cabello en una trenza, me vi en el
espejo y me mojé la cara, como acostumbraba todas las mañanas.
Bajé a desayunar con aire ausente. Me preparé una torta de
milanesa, le puse queso, aguacate, rajas, jitomate, cebolla, y otras cosas. La
devoré con hambre y bebí leche de un vaso. Lavé los platos, y salí con mi
mochila y mi suéter a la escuela.
Llegué más temprano de lo que esperaba y aproveché para leer
en mi salón de física. Cuando sonó el toque de aviso, el aula se llenó en un
abrir y cerrar de ojos. La clase me ayudó a no pensar en mi sueño como de
costumbre. Me entristecí cuando fui la primera en acabar el examen que hacía
los viernes. Salí ya que quería
apresurarme para la siguiente clase, así que solo aparté un lugar, y me fui a
recorrer la escuela. Me fui al área de animales donde estudiaban mis amigas y
me senté bajo un roble para esperarlas, un mechón se desprendió de mi trenza y
lo acomodé detrás de mi oreja, subí la vista y alguien se aproximaba hacia mí.
Era un chico de complexión delgada; cabello negro; ojos azul zafiro; piel
clara; y no menos importante, muy alto. Me levanté rápido e hice ademan de
irme, pero me acorraló en una esquina y
me vio a los ojos, le devolví la mirada enojada y sus labios se encorvaron en
una sonrisa que enseñaba sus dientes blancos.
-Johan, déjame en paz –dije
escabulléndome de la pared.
-¿Porqué? –dijo con un tono un
tanto aniñado. El era un año mayor que yo, y su compañera siempre se deslizaba
y se arrastraba por ahí, y a mí ya me había tocado sentir el veneno de sus
colmillos por mi cuerpo, serpiente celosa.
Me detuve en seco le envié una mirada fría y conteste.
-Mmm… primero, porque pareces
mosca acercándote así a la gente. Y segundo ya hablamos de esto cuando terminamos,
no ibas a acorralarme y/o a recordarme los malos recuerdos que me diste.
Hice ademán de irme pero me tomó del brazo y me hizo dar la
vuelta, fui firme, me solté y caminé hasta mi respectivo salón, pateando una
piedra que me encontré en el camino. Me encontré al maestro en el camino y
estuvimos hablando de cosas mientras su compañero un cuervo, dormía en sus
piernas.
-Lo ayudo, señor –dije tomando su
silla de ruedas llevándolo al aula.
-Gracias, Kat.
Cuando llegamos al aula aun estaba vacía, por lo que tomé mi
libro y comencé a revisar mis problemas de matemáticas, todos estaban bien así
que estaba lista para el examen. Pasaron los minutos y llegaron mis compañeros
cuando sonó la segunda campanada de aviso.
El examen me mantuvo fuera de la realidad, el profesor nos
dejo tarea como para estar ocupada y no pensar en nada. Cuando volví a casa era
de noche ya, muchos se hubieran quedado a dormir con alguien hasta que
amaneciera, pero yo me sentía más protegida de noche que de día.
Mientras caminaba por el borde del lago, me pareció ver una
figura dentro, me acerqué y divisé un pez, uno multicolor, no sentí nada, solo
el efecto de su hermosura que me obligaba a no quitar los ojos de su extrema
belleza, dando saltos en el agua brillando entre el brillo de el cuarto
creciente, en eso una brisa me envolvió. La sentí como un regalo, me mojé la
mano hasta que quedo fría y me toqué la frente, estaba ardiendo en fiebre. Mis
rodillas temblaron y caí de rodillas sudando a chorros. El pasto estaba lleno
de gotas de rocío por el frío que hacía, me acosté en esa cama de flores,
tréboles y pasto; me sentí mejor al cabo de unos minutos, de un bolsillo de mi
mochila, extraje un pañuelo, lo mojé y lo coloqué en mi frente ardiendo.
Empecé a ver borroso, y en un momento pude ver, pero no por
mis ojos, por los de alguien más. Esta fiebre, no era mía. Era de alguien más,
no sabía de quien, solo pude ver en esos ojos una chica, mayor que yo. Era
blanca como la cal, ojos miel. Una melena negra y china. Con porte elegante, de
princesa. Hablaba en un idioma que no comprendí. Pero igual memoricé sus
palabras, “lu-tan-iri, dill-lu an-dark-yip juk-lu-din-iz-za-lu
dill-dark-za-dark, dill-lu que-su-iz-iri-pum-lu que-su-iri din-iz din-dark-sal-juk-lu-ti-dark, iri-sal-ti-iri
din-dark-tu, iri-tu r-pum-dark-dill za-iz-dark”, cuando terminó de decirlo de
dio la vuelta y se fue, no sabía que significaría y no era un tono amable. Pero
debía de investigarlo a toda costa.
Cuando terminé de verlo, y logré respirar normalmente me
levanté y caminé hasta mi casa, ahí vi el reloj. Era la una de la mañana. No tenía caso dormirme, ya que solo
despertaría con más sueño. Así que decidí, poner al día mi diario y anotar esas
palabras que cambiarían el rumbo de mi vida.
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hola a todos ustedes aqui les traje algo en lo que estoy trabajando.... no se enojen si el titulo es estúpido pero no se me ocurrió nada mejor de acuerdo a lo que tratará el libro.
Saludos a sus casitas y a sus familias!!!!
Los amo
ITZY
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